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tienen, cuánto cuesta mantener el Palacio, todo lo relativo a las fantasiosas ceremonias y
rituales, y todo ese tipo de cosas. Todo ello es perfectamente cierto, por supuesto, y dicho
con el grado justo de respetuosa aprobación. Pero lo envuelvo en una densa nube. El
énfasis está puesto en las joyas y en los sólidos adornos de oro y en todo lo que cuesta
todo ello, y les digo a los paletos qué privilegio es para ellos el que se les permita pagar
por tales fruslerías y lo orgullosos que deberían sentirse de que el representante de Dios
en la tierra les permita que cuiden de él.
- Creo que no estoy de acuerdo contigo - le dije, frunciendo el ceño -. A la gente le
gusta todo ese carnaval circense. Mira cómo los turistas que llegan a Nueva Jerusalén se
apiñan para comprar las entradas para las ceremonias del Templo.
- Seguro, seguro... pero yo no redacto todo esto para la gente que va de vacaciones a
Nueva Jerusalén; lo enviamos a pequeños periódicos locales en pequeñas y pobres
comunidades rurales del valle del Mississippi, y en el Profundo Sur, y en la zona negra de
Nueva Inglaterra. Es decir, lo esparcimos entre algunos de los más pobres y puritanos
elementos de la población, gente que está emocionalmente convencida de que pobreza y
virtud son la misma cosa. Eso raspa en sus nervios; a su debido tiempo los ablandará y
hará que las dudas nazcan en ellos.
- ¿Esperas seriamente iniciar una rebelión con cosas tan insignificantes como eso?
- No son cosas insignificantes, porque actúan directamente sobre las emociones de la
gente, por debajo del nivel lógico. Podrás influir en el ánimo de un millar de hombres
apelando a sus prejuicios mucho más rápidamente de lo que podrás convencer a un solo
hombre utilizando la lógica. Tampoco es necesario apelar a los prejuicios cuando se trata
de algo importante. Johnnie, tú sabes cómo emplear los índices de connotación, ¿verdad?
- Bueno, sí y no. Sé lo que son; se supone que miden los efectos emocionales de las
palabras.
- Exactamente, en la medida de sus posibilidades. Pero el índice de una palabra no es
algo tan fijo como los cien centímetros de un metro; es una función variable compleja que
depende del contexto, edad, sexo y ocupación del oyente, la localización, y otra docena
de cosas. Un índice es una solución particular de la variable que te dice si una palabra en
particular utilizada de una forma en particular sobre un lector o tipo de lector en particular
afectará a esa persona favorablemente, desfavorablemente, o simplemente la dejará fría.
Tomar las medidas adecuadas del grupo al que quieres dirigirte puede resultar algo tan
matemáticamente exacto como cualquier rama de la ingeniería. Pero nunca tenemos
todos los datos que necesitamos, y por eso sigue siendo un arte... pero un arte muy
preciso, especialmente si empleamos la «realimentación» a través de los muestreos de
campo. Cada artículo que escribo es un poco más enojoso que el anterior... y el lector
nunca sabe por qué.
- Suena bien, pero no comprendo cómo funciona.
- Te pondré un ejemplo vulgar. ¿Qué es lo que preferirías tener ante ti? ¿Un hermoso,
grueso, jugoso, tierno bistec... o un segmento de tejido muscular extraído del cadáver de
un toro castrado e inmaduro?
Le hice una mueca.
- No vas a engañarme. Lo tomaré le des el nombre que le des... siempre que no esté
demasiado hecho. Espero que nos avisen pronto para ir al comedor; estoy muerto de
hambre.
- Tú crees que no te sientes afectado porque sabes que estoy hablando de la misma
cosa. ¿Pero cuánto tiempo duraría un restaurante si utilizara ese tipo de terminología?
Tomemos otro ejemplo vulgar, esas palabrotas que los chicos desvergonzados escriben
por las paredes. Tú no puedes usarlas en compañía de gente educada sin ofender, pero
existen circunloquios y sinónimos para cada una de ellas que sí pueden ser usados en
cualquier compañía..
Asentí mi acuerdo.
- Supongo que sí. Supongo que sé cómo se puede actuar sobre
la demás gente. Pero personalmente creo que soy inmune a todo ello. Esas palabras
tabúes no significan nada para mí... excepto que soy lo suficientemente razonable como
para cuidarme de no ofender a los demás con ellas. Soy un hombre educado, Zeb...
«Piedras y bastones pueden quebrantar mis riñones, etcétera.» Pero me doy cuenta de
cómo puedes actuar sobre los ignorantes.
Ahora comprendo mejor que no debo bajar nunca mi guardia con Zeb. El buen Dios
sabe las veces que me ha vencido de esta forma. Me sonrió tranquilamente, e hizo una
corta afirmación que incluía algunas de esas palabras tabúes.
- ¡Deja a mi madre fuera de todo eso!
Fui yo quien grité, saltando de mi silla como un perro cargando ¡en una lucha callejera.
Zeb debió anticipar exactamente lo que yo haría, pues se echó a un lado inmediatamente
después de hablar, de modo que en vez de golpearle la barbilla descubrí que mi muñeca
había sido agarrada por su puño y su otro brazo me rodeaba, sujetándome en una presa
que detuvo la batalla antes incluso de que empezara.
- Tranquilo, Johnnie - susurró en mi oído -. Te pido disculpas. Te ofrezco mis más
humildes disculpas, y solicito tu perdón. Créeme, no te estaba insultando.
- ¡Eso es lo que dices! [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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