[ Pobierz całość w formacie PDF ]

salieran.
-Yo soy el Jefe de la Caravana -dijo un seor de barba larga y ojos
oscuros-. Tengo poder sobre la vida y la muerte de las personas que
viajan conmigo. Porque el desierto es una mujer caprichosa que a veces
enloquece a los hombres.
Eran casi doscientas personas, y el doble de animales: camellos,
caballos, burros, aves. El Ingls llevaba varias maletas llenas de libros.
Haba mujeres, nios, y varios hombres con espadas en la cintura y
54
largas espingardas al hombro. Una gran algaraba llenaba el lugar, y el
Jefe tuvo que repetir varias veces sus palabras para que todos lo oyesen.
-Hay varios hombres y dioses diferentes en el corazón de estos
hombres. Pero mi nico Dios es Al, y por l juro que har todo lo
posible para vencer una vez ms al desierto. Ahora quiero que cada
uno de vosotros jure por el Dios en el que cree, en el fondo de su
corazón, que me obedecer en cualquier circunstancia. En el desierto,
la desobediencia significa la muerte.
Un murmullo recorrió a todos los presentes, que estaban jurando
en voz baja ante su Dios. El muchacho juró por Jesucristo. El Ingls
permaneció en silencio. El murmullo se prolongó ms de lo necesario
para un simple juramento, porque las personas tambin estaban
pidiendo protección al cielo.
Se oyó un largo toque de clarn y cada cual montó en su animal. El
muchacho y el Ingls haban comprado camellos, y montaron en ellos
con cierta dificultad. Al muchacho le dio lstima el camello del Ingls:
iba cargado con pesadas maletas llenas de libros.
-No existen las coincidencias -dijo el Ingls intentando continuar
la conversación que haban iniciado en el almacn-. Fue un amigo
quien me trajo hasta aqu porque conoca a un rabe que...
Pero la caravana se puso en marcha y le resultó imposible escuchar
lo que el Ingls estaba diciendo. No obstante, el muchacho saba
exactamente de qu se trataba: era la cadena misteriosa que va uniendo
una cosa con otra, la misma que lo haba llevado a ser pastor, a tener
el mismo sueo repetido, a estar en una ciudad cerca de frica, y a
encontrar en la plaza a un rey, a que le robaran para conocer a un
mercader de cristales, y...
Cuanto ms se aproxima uno al sueo, ms se va convirtiendo la
Leyenda Personal en la verdadera razón de vivir, pensó el muchacho.
La caravana se diriga hacia poniente. Viajaban por la maana,
paraban cuando el sol calentaba ms, y proseguan al atardecer. El
muchacho conversaba poco con el Ingls, que pasaba la mayor parte
del tiempo entretenido con sus libros.
Entonces se dedicó a observar en silencio la marcha de animales y
hombres por el desierto. Ahora todo era muy diferente del da en que
partieron. Aquel da de confusión, gritos, llantos, criaturas y relinchos
de animales se mezclaban con las órdenes nerviosas de los guas y de
los comerciantes. En el desierto, en cambio, reinaba el viento eterno,
55
el silencio y el casco de los animales. Hasta los guas conversaban poco
entre s.
-He cruzado muchas veces estas arenas -dijo un camellero cierta
noche-. Pero el desierto es tan grande y los horizontes tan lejanos que
hacen que uno se sienta pequeo y permanezca en silencio.
El muchacho entendió lo que el camellero quera decir, aun sin
haber pisado nunca antes un desierto. Cada vez que miraba el mar o el
fuego era capaz de quedarse horas callado, sin pensar en nada,
sumergido en la inmensidad y la fuerza de los elementos.
Aprend con las ovejas y aprend con los cristales -pensó-. Puedo
aprender tambin con el desierto. l me parece ms viejo y ms sabio.
El viento no paraba nunca. El muchacho se acordó del da en que
sintió ese mismo viento, sentado en un fuerte en Tarifa. Tal vez ahora
estara rozando levemente la lana de sus ovejas, que seguan en busca
de alimento y agua por los campos de Andaluca.
Ya no son mis ovejas -se dijo sin nostalgia-. Deben de haberse
acostumbrado a otro pastor y ya me habrn olvidado. Es mejor as.
Quien est acostumbrado a viajar, como las ovejas, sabe que siempre
es necesario partir un da.
Tambin se acordó de la hija del comerciante y tuvo la seguridad
de que ya se habra casado. Quin sabe si con un vendedor de
palomitas, o con un pastor que como l supiera leer y contase historias
extraordinarias; al fin y al cabo, l no deba de ser el nico. Pero se
quedó impresionado con su presentimiento: quiz l estuviese
aprendiendo tambin esta historia del Lenguaje Universal, que sabe el
pasado y presente de todos los hombres. Presentimientos, como
acostumbraba decir su madre. El muchacho comenzó a entender que
los presentimientos eran las rpidas zambullidas que el alma daba en
esta corriente Universal de vida, donde la historia de todos los
hombres est ligada entre s, y podemos saberlo todo, porque todo est
escrito.
-Maktub -dijo el muchacho recordando las palabras del Mercader
de Cristales.
El desierto a veces se compona de arena y otras veces de piedra. Si [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • modologia.keep.pl