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Dejó atrás el grupo de árboles y el sitio donde empezaba la orilla, avanzando a lo largo
de su periferia. Cuando estuvo delante de los dos humanos atascados en el estanque, se
detuvo para desanudar el pañuelo. Los humanos, que le habían visto, se estaban gritando
el uno al otro. Se preguntó si le estaría permitido comerse al humano que no debía llevar
de regreso... o al caballo. Recordó la apremiante urgencia que había en la voz de
Semirama, sin embargo, y decidió que resultaría más prudente olvidarse de ambos
placeres.
Cogiendo un puñado del polvo cristalizado lo arrojó ante él por encima de la arena y
contempló cómo ésta se arrugaba y se cubría de grietas. Probó esa zona con una pierna,
descubrió que soportaba su peso y avanzó.
Cuando pasaba junto a la chica la miró, con una mueca parecida a una sonrisa, y se
detuvo. No podía seguir avanzando y dejarla atrás. Era como si una barrera invisible
bloqueara su camino. Extendió su aparato sensorial sobre varios planos adyacentes y
acabó dándose cuenta de que se encontraba protegida por una serie de hechizos
defensivos que tenían un alcance efectivo que podía calcularse en aproximadamente un
radio de dos metros. Maldijo en mabrahoring y cogió un poco más del polvo para
desviarse de esa zona. Todo lo que había deseado era darle un solo mordisco decente en
el hombro derecho.
Sembró los granos de polvo ante él, pasó junto a la chica, arrojó un poco más de polvo
encima del agua y escuchó el rápido crujir musical de las notas a medida que se formaba
un puente de hielo ante él. De repente se quedó quieto, extendiendo nuevamente sus
sentidos. En la posición de los hombros de ese humano había algo que le molestaba. Y
también, aun sabiendo que era imposible, el rostro le parecía familiar en cierta forma...
¡Aja! Detectó el metal. El humano sostenía una espada desenvainada a la que hacía
invisible el agua bajo la que se encontraba.
Cogió otro puñado de polvo y vaciló. Si dejaba congelado al hombre en esa posición,
luego tendría que dejarle libre del agua cavando. Y eso no resultaba adecuado,
especialmente teniendo en cuenta que la dama quería tenerlo rápidamente en su poder.
Arrojó los relucientes granos de polvo hacia su izquierda en un arco que tenía al
humano como centro, quedando unos centímetros más allá de donde podía llegar el brazo
armado con la espada. Tan pronto como el camino hubo quedado firme, avanzó
rápidamente por él, casi danzando, y cogió otro puñado de polvo, continuando el arco
hacia una posición situada a la espalda del humano, observando los ojos que le
observaban en ese rostro...
 ¡Sonríe, hiena!  dijo el humano en un mabrahoring perfecto . Sigue avanzando
sobre tus muñones. Casi soy tuyo, pero no del todo. Todavía no. Un resbalón y te
mandaré rápidamente a tu casa. ¡Mira hacia abajo! ¡El hielo cede!
El demonio agitó los brazos, se tambaleó, cayó hacia adelante, logró sujetarse
extendiendo una mano y clavó sus ojos en el humano antes de volver a incorporarse.
 Eso ha estado bien  reconoció . Me gustaría comerte el corazón. Y además
hablas bien el idioma. ¿Conoces el Tel Talionis?
 Sí.
 Pues entonces mi pena es doble, pues me habría gustado conversar contigo.
Y con esas palabras saltó hasta el final de su puente de hielo hasta encontrarse a
espaldas del humano y con uno de sus duros nudillos que parecían estar hechos de
cuerno le golpeó en el hueso que había detrás de la oreja, tal y como se le había instruido
que hiciera.
Cogió al humano por la cabellera cuando éste se derrumbó hacia adelante y luego le
sujetó por debajo de las axilas y empezó a tirar de él. El agua se oscureció y se llenó de
burbujas cuando logró dejarle libre. Luego se lo echó a la espalda, se dio la vuelta y
avanzó hacia la orilla, todavía sonriente.
La chica le estaba gritando súplicas e insultos en la lengua de los elfos. Al pasar junto a
ella, contempló melancólicamente su hombro. Tan cerca y, sin embargo, tan lejos...
6
Semirama había llamado a los sirvientes tan pronto como el demonio partió a cumplir
su misión. Cuando, pasado cierto tiempo, uno de ellos acudió a la pequeña habitación
situada junto a la gran sala, le mandó a que buscara más sirvientes para que regresaran
con ropas y cuencos de agua, toallas, comida, vino, una túnica seca y medicinas con las
cuales preparar una compresa fría, diciéndole que cuidaran particularmente de obrar con
rapidez y discreción.
Todo lo que había pedido llegó y fue distribuido alrededor de un diván cubierto con
pálidas sedas orientales unos momentos antes de que el demonio volviera a la habitación,
caminando con paso algo inseguro y con Dilvish encima de su hombro. Los sirvientes
retrocedieron, alarmados.
 Colócale encima del diván  ordenó ella. Y luego, dirigiéndose a los sirvientes,
añadió : Tú, limpia el barro de sus botas y pantalones. Tú, tráeme la compresa  dijo .
Tú, abre la botella de vino.
El demonio dejó a Dilvish encima del diván y luego se retiró al otro extremo de la
habitación. Semirama contempló el rostro del hombre y luego tomó asiento junto a él y,
muy despacio, colocó su cabeza en su regazo. Sin apartar los ojos de él, extendió su
mano derecha y dijo:  Traedme un paño húmedo.
Casi inmediatamente, un paño fue colocado entre sus dedos. Semirama empezó a
lavarle la cara con él y luego pasó las yemas de sus dedos a través de su frente y las bajó
por sus mejillas y su mentón.
 Pensé que nunca volvería a verte  dijo en voz baja , y sin embargo has vuelto. La
compresa  añadió alzando la voz y dejando caer el paño húmedo sobre el suelo.
Un sirviente se la alargó.
Dando la vuelta a la cabeza de Dilvish encontró el lugar donde el demonio había [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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