[ Pobierz całość w formacie PDF ]
-Bien, entonces, ¿qué más quieres?
-Quiero más. No estoy contento con ser feliz, no he sido creado para ello, no es mi
sino. Mi determinación es lo contrario.
-Entonces, ¿es ser desdichado? ¡Ah! Esto ya lo has sido con exceso antes, cuando a
causa de la navaja de afeitar no podías ir a tu casa.
-No, Armanda; se trata de otra cosa. Entonces era yo muy desdichado, concedido.
Pero era una desventura estúpida, estéril.
-¿Por qué?
-Porque de otro modo, no hubiese debido tener aquel miedo a la muerte, que, sin
embargo, me estaba deseando. La desventura que necesito y anhelo, es otra; es de tal
clase que me hiciera sufrir con afán y morir con voluptuosidad. Esa es la desventura o la
felicidad que espero.
-Te comprendo. En esto somos hermanos. Pero ¿qué tienes contra la dicha que has
encontrado ahora con María? ¿Por qué no estás contento?
-No tengo nada contra esta dicha, ¡oh, no!; la quiero, le estoy agradecido. Es
hermosa como un día de sol en medio de una primavera lluviosa. Pero me doy cuenta de
que no puede durar. También esta dicha es estéril. Satisface, pero la satisfacción no es
alimento para mí. Adormece al lobo estepario, lo sacia. Pero no es felicidad para morir
por ella.
-Entonces, ¿hay que morir, lobo estepario?
-¡Creo que sí! Yo estoy muy satisfecho de mi ventura, aún puedo soportarla durante
una temporada. Pero cuando la dicha me deja alguna vez una hora de tiempo para estar
despierto, para sentir anhelos íntimos, entonces todo mi anhelo no se cifra en conservar
por siempre esta ventura, sino en volver a sufrir, aunque más bella y menos
miserablemente que antes.
Armanda me miró con ternura a los ojos, con la sombría mirada que tan
repentinamente podía aparecer en ella. ¡Ojos magníficos, terribles! Lentamente,
eligiendo una a una las palabras y colocándolas con cuidado, dijo... en voz tan baja, que
tuve que esforzarme para oírlo:
-Voy a decirte hoy una cosa, algo que sé hace ya tiempo, y tú también lo sabes ya,
pero quizá no te lo has dicho a ti mismo todavía. Ahora te digo lo que sé acerca de ti y
de mi y de nuestra suerte. Tú, Harry, has sido un artista y un pensador, un hombre lleno
de alegría y de fe, siempre tras la huella de lo grande y de lo eterno, nunca satisfecho
62
El lobo estepario
Hermann Hesse
con lo bonito y 10 minúsculo. Pero cuanto más te ha despertado la vida y te ha
conducido hacia ti mismo, más ha ido aumentando tu miseria y tanto más hondamente
te has sumido hasta el cuello en pesares, temor y desesperanza, y todo lo que tú en otro
tiempo has conocido, amado y venerado como hermoso y santo, toda tu antigua fe en
los hombres y en nuestro alto destino, no ha podido ayudarte, ha perdido su valor y se
ha hecho añicos. Tu fe ya no tenía aire para respirar. Y la asfixia es una muerte muy
dura. ¿Es exacto Harry? ¿Es ésta tu suerte?
Yo asentía y asentía.
-Tú llevabas dentro de ti una imagen de la vida, estabas dispuesto a hechos, a
sufrimientos y sacrificios, y entonces fuiste notando poco a poco que el mundo no exigía
de ti hechos ningunos, ni sacrificios, ni nada de eso, que la vida no es una epopeya con
figuras de héroes y cosas por el estilo, sino una buena habitación burguesa, en donde
uno está perfectamente satisfecho con la comida y la bebida, con el café y la calceta,
con el juego de tarot y la música de la radio. Y el que ama y lleva dentro de silo otro, lo
heroico y bello, la veneración de los grandes poetas o la veneración de los santos, ése es
un necio y un quijote. Bueno. ¡Y a mí me ha ocurrido exactamente lo mismo, amigo mío!
Yo era una muchacha de buenas disposiciones y destinada a vivir con arreglo a un
elevado modelo, a tener para conmigo grandes exigencias, a cumplir dignos cometidos.
Podía tomar sobre mí un gran papel, ser la mujer de un rey, la querida de un
revolucionario, la hermana de un genio, la madre de un mártir. Y la vida no me ha
permitido más que llegar a ser una cortesana de mediano buen gusto; ¡ya esto solo se
ha hecho bastante difícil! Así me ha sucedido. Estuve una temporada inconsolable, y
durante mucho tiempo busqué en mí la culpa. La vida, pensé, ha de tener al fin razón
siempre; y si la vida se burlaba de mis hermosos sueños, habrán sido necios mis
sueños, decía yo, y no habrán tenido razón. Pero esta consideración no servía de nada
absolutamente. Y como yo tenía buenos ojos, y buenos oídos y era además un tanto
curiosa, me fijé con todo interés en la llamada vida, en mis vecinos y en mis amistades,
medio centenar largo de personas y de destinos, y entonces vi, Harry, que mis sueños
[ Pobierz całość w formacie PDF ]