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Dexter Ward, el que viste crecer, el verdadero Charles con la marca olivácea en la cadera y sin el lunar negro en el pecho
ni la cicatriz en la ceja derecha. El Charles que nunca hizo ningún daño y que habrá pagado con su vida una curiosidad
morbosa.
Esto es todo. Charles se fugará de la clínica y dentro de un año podrás colocar una lápida sobre el lugar
donde reposan sus cenizas. No me hagas ninguna pregunta. Y ten la seguridad de que el honor de tu familia sigue
incólume.
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Galbadian Garden Club de Rol
EL CASO DE CHARLES DEXTER WARD
H. P. LOVECRAFT
Te acompaño en tu sentimiento y te deseo que encuentres la fortaleza, la calma y la resignación necesarias
para sobrellevar esta desgracia. Tu sincero amigo,
Marinus B. Willett
El viernes 13 de abril de 1928, Marinus Bicknell Willett visitó a Charles Dexter Ward en su
habitación de la clínica del doctor Waite situada en la isla de Conanicut. El joven, aunque no trató de
rehuir al visitante, estaba de un humor sombrío y no se mostró dispuesto a hablar del tema que Willett
deseaba tratar. El descubrimiento de la cripta hacía imposible la normalidad de su relación y ambos callaron
un buen rato después de intercambiar los saludos habituales. La tensión aumentó al descubrir el joven
Ward tras el rostro impasible del doctor una firmeza nueva en él. El paciente se amedrentó, consciente de
que desde su último encuentro el que fuera médico solícito se había transformado en implacable vengador.
Finalmente Willett se decidió a romper el fuego:
-He descubierto algo más, Charles -dijo-. Algo muy grave.
¿Otros animalitos medio muertos de hambre? -fue la irónica respuesta. Era evidente que el joven
quería mostrarse insolente hasta el final.
-No -replicó Willett lentamente-. Esta vez se trata de algo distinto. Encargamos a unos detectives
que hicieran averiguaciones acerca del doctor Allen, y han encontrado en el bungalow una barba postiza
y unas gafas ahumadas.
-Estupendo -dijo su interlocutor haciendo un esfuerzo por mostrarse ingenioso-. Espero que
fueran más favorecedoras que las de usted.
-A ti te sentarían muy bien -replicó el doctor-. Mejor dicho, todo parece indicar que te sentaban
muy bien.
Mientras Willett decía estas palabras, y aunque no hubo cambio alguno en la luz que se reflejaba
en el suelo, una nube pareció ocultar momentáneamente el sol. Luego Charles habló.
-¿Y por qué da usted tanta importancia a eso? ¿Es que no puede un hombre disfrazarse si le
resulta útil?
-Desde luego que puede hacerlo -asintió el doctor- siempre que tenga derecho a existir y siempre
que no destruya a quien le hizo venir desde más allá de las esferas.
Ward se sobresaltó violentamente.
-Bueno, ¿qué es lo que ha encontrado y qué quiere de mí?
El doctor dejó que transcurrieran unos segundos antes de contestar, como si eligiera mentalmente
las palabras que pudieran constituir una respuesta más eficaz.
-He encontrado -dijo finalmente-, algo oculto tras un panel antiguo que servía de marco a un
retrato. Lo he quemado y he enterrado las cenizas en el lugar donde estará la tumba de Charles Dexter
Ward.
El loco se levantó de un salto del sillón en que estaba sentado.
-¡No es posible! -exclamó - ¡No es posible! ¿Quién se lo dijo? ¿Y quién cree que va a creerle a
usted si me han estado viendo durante estos dos meses?
El doctor Willett, aunque de baja estatura, adquirió el porte majestuoso del magistrado al calmar a
su paciente con un gesto.
-No se lo he dicho a nadie. No es éste un caso corriente. Es de una locura tan inconcebible y de
un horror tan ajeno a nuestra realidad que ningún alienista ni juez de la tierra podría creerlo. Gracias a Dios
aún me queda una chispa de imaginación que me ha permitido adivinar la verdad de lo sucedido. ¡A mi no
puede engañarme, Joseph Curwen, porque sé que su magia es auténtica! Sé cómo preparó el hechizo que
perduró a través de los años y fue a actuar sobre su doble y descendiente. Sé cómo le arrastró usted al
pasado y consiguió que le sacara de su abominable tumba. Sé cómo permaneció oculto en su laboratorio
mientras se dedicaba al estudio del saber contemporáneo y salía por las noches a escondidas. Sé que es
usted el vampiro de que tanto se habló. Sé que más tarde utilizó la barba y las gafas para que nadie se [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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